Donald Winnicott y su legado en la psicología
Donald Winnicott y su legado en la psicología
10/2/20257 min read
Donald Winnicott (1896–1971) fue un pediatra y psicoanalista inglés cuyas ideas cambiaron la forma en que entendemos el desarrollo infantil y la terapia psicológica. Sus investigaciones se centraron en la relación con los hijos, destacando cómo el entorno facilitador en la infancia sienta las bases de la salud mental. Winnicott jugó “un papel fundamental en la psicoterapia infantil y la psicología del desarrollo”. Por ello, sus conceptos han marcado la práctica clínica: desde el apoyo materno ‘lo suficientemente bueno’ hasta la importancia del juego creativo.
Verdadero yo y falso yo
Uno de los aportes más conocidos de Winnicott es su distinción entre el verdadero yo y el falso yo. El verdadero yo es la parte auténtica de la persona, aquella en la que sentimos que somos creativos y “realmente” estamos vivos. Como describe su teoría: «Solamente el verdadero self puede ser creativo y solamente el puede sentirse real». Este verdadero yo surge de las experiencias tempranas de aciertos en el cuidado: cuando un bebé es atendido con sensibilidad, sus gestos espontáneos y deseos se validan, fomentando su confianza y autenticidad (figura de la madre “lo suficientemente buena”). En ese ambiente seguro, el niño desarrolla un sentido de integridad y espontaneidad que se expresa en la creatividad y la vitalidad.
Sin embargo, si el entorno falla en reconocer o responder a esas necesidades auténticas del niño, puede formarse un falso yo. El falso yo es una adaptación defensiva: una “máscara” que el niño aprende a poner para complacer las demandas externas. En palabras de Winnicott, el falso yo “es una estructura de defensa que asume prematuramente las funciones maternas de cuidado y protección, el complaciente falso self reacciona a las demandas del entorno y el pequeño parece acatarlas”. En otras palabras, el niño no expresa su espontaneidad, sino que se adapta forzadamente a las expectativas ajenas. Este falso yo “constante intenta anticiparse a la demanda del otro, para mantener la relación: se está empleando cada vez que se ha de cumplir con normas exteriores”.
En sus formas adaptativas (“saludables”), el falso yo permite al individuo integrarse en la sociedad y cumplir reglas. Pero cuando predomina de modo patológico, oculta tanto el verdadero yo que la persona llega a sentirse vacía o “irreal”. Winnicott señalaba que bajo la apariencia de éxito pueden aparecer «sentimientos de irrealidad, de no estar realmente vivo, de infelicidad, de no existir realmente». Así, la teoría sugiere que el reto terapéutico es recuperar el contacto con el verdadero yo—no eliminar por completo al falso yo, sino evitar que sea la única forma de existencia. Ejemplo metafórico: es como un actor que solamente interpreta el papel que otros esperan, pero nunca muestra su propia voz en el escenario de la vida. Winnicott invitó a preguntarnos “¿vivimos desde nuestro self verdadero o nos hemos perdido en las expectativas del mundo exterior?”.
Objetos y espacios transicionales
Otra contribución clave es la noción de objeto transicional y espacio transicional. Winnicott observó que alrededor de los 6-12 meses algunos bebés escogen un peluche, una mantita u otro objeto (ej. un “muñeco de apego”) que les da consuelo. Este objeto transicional es “el primer elemento que lleva al niño a enfrentarse a la realidad externa a través de la creación de símbolos”. Es decir, el objeto transicional es un puente entre dos mundos: el interno del niño (fantasía) y el externo (realidad compartida). Por un lado es algo real (por ejemplo, un osito de peluche que se puede tocar), pero al mismo tiempo cobra el valor simbólico de la madre ausente o de la seguridad. Como señala la literatura, este objeto “actúa como un puente entre el mundo interno del niño y la realidad externa, desempeñando un papel crucial en el desarrollo emocional”. Así, al jugar o abrazar su manta, el niño explora sentimientos de autonomía segura: comprende que existe un mundo fuera de él, pero encuentra en el objeto transicional la continuidad afectiva que lo conecta con la madre.
El espacio transicional, íntimamente ligado al objeto transicional, es un concepto menos tangible pero fundamental. Se describe como el área intermedia entre el bebé y el adulto, “ni puramente subjetiva ni puramente objetiva”. Es un espacio de juego y creatividad donde el niño inventa, simboliza y aprende. En este espacio imaginario/real - por ejemplo, cuando un niño construye mundos con muñecos o pinta un dibujo que mezcla fantasía y realidad – aparece la base de la cultura, la creatividad y la experiencia compartida. Winnicott destacó que en este espacio potencial se da el “origen de la experiencia cultural, la creatividad y el juego”. Dicho de otro modo, el juego infantil (y más tarde el arte o pasatiempos adultos) ocurre en ese espacio de tránsito donde el niño siente seguro explorar sin perder el contacto con la realidad. Un ejemplo sería imaginar que un cojín es un castillo mágico durante una aventura: el niño está jugando, pero sabe que en cualquier momento puede volver a la “realidad” que le sostiene.
El juego en el desarrollo emocional
Para Winnicott el juego es más que diversión: tiene un valor terapéutico y de desarrollo emocional. En contraste con enfoques que enfatizan solo el análisis racional, Winnicott vio en el juego la clave del bienestar psicológico. En sus palabras, “solo en el juego las personas están completamente en su verdadero self”. Los bebés juegan espontáneamente cuando se sienten cuidados: por ejemplo, al jugar al escondite (¡“¿Dónde está mamá?”) sienten confianza en la respuesta amorosa de la madre. Como señala la pedagogía de Winnicott, el juego en la infancia “tiene un valor terapéutico en sí mismo”, pues funciona como un «espacio potencial entre madre e hijo» que promueve la confianza y más tarde “experiencia cultural”.
En la práctica, Winnicott utilizó juegos sencillos con niños (como el juego del garabato o darles un objeto y observar qué hacen) para favorecer que expresaran sus emociones y descubrir su propio mundo interno. De adultos, el autor entendió el juego como cualquier actividad creativa donde nos sentimos vivos y espontáneos: pintar, bailar, hacer deporte o incluso tener conversaciones improvisadas. Cuando jugamos, nos desconectamos del juicio externo y nos mantenemos presentes; esto nutre el verdadero yo. En palabras de Winnicott, al jugar «la persona se siente real, espontánea y viva, interesada intensamente en lo que hace».
Conexiones con la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)
Las ideas de Winnicott dialogan sorprendentemente bien con los principios de la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT), una corriente moderna de psicoterapia. En ACT se busca ayudar a las personas a vivir con más autenticidad y claridad de valores, aceptando el presente tal como es. Por ejemplo, Winnicott hablaba de la importancia de ser fiel a nuestro verdadero yo interior, y ACT enfatiza elegir nuestras acciones en coherencia con nuestros valores genuinos. En la terapia ACT se cultiva la atención plena al momento presente, evitar la lucha contra pensamientos/emociones dolorosas (aceptación) y aclarar lo que de verdad importa en la vida (valores). Estos pilares son muy afines a las enseñanzas de Winnicott: él mismo consideraba que la “ilusión” temprana de omnipotencia del bebé (sentirse protegido y completo) solo se mantiene si el entorno permite explorar con espontaneidad.
ACT propone seis procesos clave: defusión cognitiva (distanciarse de los propios pensamientos), aceptación emocional, contacto con el momento presente, yo como contexto (verse a sí mismo más allá de pensamientos y roles), clarificación de valores y acción comprometida hacia esos valores. Por ejemplo, Winnicott favorece un entorno terapéutico que “contenga” emocionalmente al paciente (similar a la aceptación ACT) para que éste reencuentre su sentido interno de autenticidad. Asimismo, ACT habla de diseñar acciones concretas “alineadas con nuestros valores” incluso ante el miedo; Winnicott, de modo paralelo, alentaba a que el individuo encontrara “relaciones o actividades” que conecten con su mundo interno y creatividad propios.
En síntesis, tanto Winnicott como ACT promueven la autenticidad y la conexión con el aquí y ahora. Winnicott invitaba a “soltar la lucha interna” de un falso yo impuesto, para permitir al verdadero yo espontáneo emerger. ACT brinda herramientas para soltar esa lucha: por ejemplo, enseñar al paciente a aceptar sus sentimientos en lugar de rechazarlos y a permanecer presente. Podríamos comparar el trabajo de ACT con el uso del objeto transicional: así como el niño usa un juguete para lidiar con la separación y mantenerse conectado al presente sin temor, ACT enseña a una persona a sostenerse a sí misma emocionalmente cuando enfrenta ansiedades, manteniendo vivos sus valores genuinos.
Ejemplos y metáforas
Ejemplo del osito de peluche: Un niño pequeño que siempre lleva su osito a todos lados. Cuando la mamá se aleja un instante, el niño se abraza al osito y sigue jugando. En esa escena, el osito es un objeto transicional. Simboliza la madre ausente pero cercana, y permite al niño explorar el mundo con confianza. Más tarde, ese niño podría aprender en terapia ACT a sostenerse a sí mismo en la ansiedad (como el osito), recordando lo que realmente importa en su vida en lugar de huir de sus emociones.
Metáfora del teatro: Imagínate sobre un escenario interpretando un personaje que no eres tú: siempre sonríes cuando no te nace, sigues guiones de otras personas. Ese sería el falso yo. En cambio, cuando te quitas la máscara y hablas desde el corazón, es el verdadero yo saliendo a escena. Winnicott nos diría que el reto es encontrar el valor para actuar sin guion, y ACT nos proporcionaría el “compás de valores” que nos guía para representar nuestra verdadera historia.
Conclusión
El legado de Donald Winnicott nos invita a reflexionar sobre cómo las primeras experiencias infantiles y nuestras defensas inconscientes dan forma a nuestra forma de ser adulta. Sus conceptos de verdadero y falso yo, de objetos y espacio transicional y de la importancia del juego, siguen siendo referentes en psicoterapia y crianza. Por su parte, la Terapia de Aceptación y Compromiso complementa este legado al proponer un camino para vivir con presencia y autenticidad. En conjunto, Winnicott y ACT nos animan a reconectar con nuestra esencia más genuina: elegir acciones desde nuestros valores profundos y sentirnos “reales” en cada instante.
Para profundizar en estos temas puede consultarse la obra clásica de Winnicott Realidad y Juego. También existen artículos y blogs de psicología en español que explican sus teorías, como las referencias citadas en este texto para aquellos lectores interesados.
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